Reflexiones sobre la Insignia de Madera

Hace unos días estuve conversando con una amiga que es Insignia de Madera. Ella no suele ponérsela, pero decidió hacerlo cuando asistió al Jamboree Mundial en Inglaterra. Había que ver el asombro en muchos extranjeros, principalmente británicos, al ver que una persona tan joven pudiera llevar los dos tacos. Y es que allá, como en muchos otros países, el conseguir la Insignia de Madera no es cualquier cosa.

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Mis inicios como dirigente fueron en la Tropa Femenina. Un año estuve ahí con las chicas, era toda una experiencia! Entonces llegó el verano’ 92 cuando me fui al Jamboree Los Lagos (Chile). Al regresar, me doy con la sorpresa de que Vicky Machuca me había inscrito en el Curso Inicial, pues como buena dirigente tenía que formarme, no?

Pero OH SORPRESA! cuando llego al curso, descubro que es… para MANADA!!!!!!!!!!!! Tenía que haber un error, así que fui donde Vicky (que también dictaba en este curso) y sonriendo me contestó: “No hay error. Te necesitamos en la manada”.

Así fue como ingresé al mundo de la Selva.

Pero no me quejo. Me encantó, era otro modo de trabajar. Todo era nuevo para mí, así que mi cabeza estaba fresquita. En cuanto a mis lobatos, los quería bastante y ellos a mí: yo era Bagheera (por supuesto! si de chica fui Guía de la Patrulla Panteras, no podía ser otra cosa). Sin embargo, mi cargo de Bagheera era un híbrido con Baloo, pues lo que más les gustaba a los chicos de mí, era cuando nos sentábamos 5 minutos a contarles un pedacito del Libro de las Tierras Vírgenes, con mímicas, sonidos, y demás “efectos especiales” que motivaban a los chiquillos a exigir que extendiera esos 5 minutos a 10.

Pasaron los meses y continué tomando los cursos: básico I, II, Campismo… y finalmente el Avanzado. Lamentablemente nuestra manada se redujo paulatinamente, y no porque fuéramos malos dirigentes, o tuviéramos mal programa. Simplemente llegó un período en que el barrio “envejeció” y ya no había chiquillos en él… o si los había, sus padres no estaban nada interesados en su formación a través del escultismo.

Esta fue la razón por la que no pude hacer mi Compromiso de Campismo, que era lo que en realidad me faltaba para obtener la preciada Insignia de Madera.

Intenté por otra vía, pues hacía poco que habíamos inaugurado en la parroquia el Programa VAP, Vamos a la Playa, cuya organización, programa y contenido pedagógico, además del curso de formación para voluntarios, habían sido diseñados por mi persona. El programa en sí funcionaba con el método Scout – con patrullas – aunque los niños eran de edad lobatos. Sin embargo, funcionaba, y sigue funcionando, a la perfección. (Hasta la fecha ya hemos logrado más de 5000 sonrisas de niños de sectores marginales… y, tengo que decirlo, con un nivel superior al de los Campamentos Juveniles que hacía nuestra Asociación).

Pero bueno, lamentablemente como los niños beneficiarios del VAP no llevaban pañoleta, no pude aplicar esta experiencia como el campamento que me exigía la Insignia de Madera – I.M.

El trabajo y mi voluntariado parroquial (muy absorbentes), además de la reducción drástica de la cantidad de chiquillos de nuestro grupo scout, fueron los factores que desaceleraron mi carrera rumbo a la I.M. Dejé de ser dirigente, y me quedé sólo como Jefe de Grupo, al menos no estaría desconectada “oficialmente” del movimiento.

De esto han transcurrido muchos años…. tantos, que ahora existe un nuevo esquema. Es más: si quisiera obtener la I.M. tendría que empezar desde cero, pues hay muchas innovaciones en el programa…. herencia de la Oficina Scout Interamericana. (¡Ah, “qué raro”! no???). La verdad es que me da flojera hacerlo todo otra vez… pensar que me faltó tan poco para conseguirla en su momento…

Pero estos sentimientos me llevan a algunas conversaciones que tuve con mi papá hace tiempo.

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Cuando era chica me gustaba “usurpar” algunas cosas de mi papá, entre ellas, un collarcito de cuero del cual colgaban 4 piecitas de madera, al cual él llamaba sus “4 tacos”. Pues sí, mi papá había obtenido con bastante esfuerzo esos 4 tacos, y si de algo se sentía bastante orgulloso, era precisamente de ellos, de lo mucho que le había costado recibirlos, y de lo que significaba ser un scouter 4 tacos: un Adiestrador de Adiestradores – era el término que se usaba en aquel entonces.

En nuestra biblioteca scout casera estaban sus cuadernos de Gilwell, en los cuales figuraban apuntes de los diversos cursos a los que asistió. Inclusive estuvo en el mismo Gilwell Park, formándose con muchos otros scouters de altísimo nivel. Esta convivencia lo marcó para siempre, de manera que también para él Gilwell se convirtió en aquel sitio místico que BP soñó para todos los dirigentes del mundo.

Por eso mi papá también estaba muy entusiasmado al verme llevar los cursos rumbo a la I.M. Y por eso también se entristeció bastante al ver que me quedé en el camino… y aun más al enterarse de mi posición respecto a la I.M.

¿Y cuál era ésta?

A lo largo del tiempo he visto muchos dirigentes con los 2 tacos al cuello, que parecería que tuvieran un collar cualquiera. Lo que se supone que fue una distinción especial creada por BP para personas especiales, mejor preparadas, se convirtió – al menos en nuestro país – en algo muy fácil de obtener. Dirigentes mediocres, con poca personalidad, inclusive algunos con doble moral, envidiosos, falsos, sedientos de poder…. Por supuesto, también había gente muy buena… pero cada vez más aparecían de los otros. Era como cuando uno avanza de grados en el colegio: primero, segundo, tercer, etc…. sin importar el promedio obtenido en cada año. Y tan sólo por terminar el último año, zas! le dan un diploma por culminar. Así veía yo la IM en nuestro mundo cercano: CUALQUIERA que siguiera los cursos, más un campamentito por ahí y unas cuantas reuniones, se haría acreedor, sin importar el resto de sus actitudes, cualidades, etc.

Aparte, en varios casos la obtención de la IM estaba condicionada a la simpatía o antipatía del postulante ante sus evaluadores, criterio bastante subjetivo. En otras palabras: Fulano me cae bien, le doy la insignia. Mengano es amigo de tal persona que no me cae bien, mejor no se la doy.

Injusto, ¿no?

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Seré de la escuela antigua, tal vez, pero creo que un verdadero dirigente debe ser un ejemplo para sus muchachos. Un buen ejemplo, por cierto. Así que para mí NO BASTA el cumplir con los pasos para obtener la IM, sino que también hay que moldear la personalidad hasta que sea lo más próxima al perfil de dirigente que queremos tener. No a un cualquiera.

Esto era lo que discutíamos con mi papá. Tal vez yo me enterqué demasiado en no querer obtener las preciadas cuentas, sólo porque había otros “cualquieras” que la tenían, y a mí no me interesaba para nada equipararme con esas personas. Pero también mi papá tenía su parte de razón: aunque hubiera ineptos que estuvieran luciendo las cuentas, más dirigentes buenos debían luchar por conseguirlas, hasta que se convirtieran en mayoría (sobre los mediocres) … Paulatinamente la IM sería más exigente y volvería a adquirir el valor que nunca debió perder.

Cuando mi papá partió al Campamento Eterno, era obvio que lo enterraríamos con su uniforme scout. Y con mi hermano no dudamos en ponerle la pañoleta de Gilwell. Pues aunque se entregó a fondo a los scouts del Perú, mi papá amaba Gilwell y todo lo que este nombre y este espíritu significaba. También le pusimos sus 4 tacos. Mi mamá me dijo: “Tal vez él querría que fueran tuyos”, a lo que contesté: “No, éstos son suyos. Si yo quisiera unos, tendría que ganármelos. Esto es lo que mi papi querría”.

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Pues bien. ¿Qué pienso ahora? Tal vez ya no sea tan radical frente a la IM. Sigo pensando que hay muchos ineptos y mediocres que la ostentan con orgullo; que también entre quienes la llevan, hay buenos dirigentes; y que quizá haya muy buenos dirigentes sin ningún nivel de formación, que vienen dirigiendo “empírica” pero eficientemente a sus muchachos, y que por su estilo de vida son digno ejemplo de imitar; pienso que estos últimos deberían animarse a conseguir la IM, pero no tanto para lucirla, sino para buscar ser mejores todavía. Pienso que por el hecho de pertenecer al grupo Gilwell 1, todos los IM deberían fortalecer su espíritu Scout, teniendo siempre presente su Promesa, su Ley, y su importante papel de líderes de niños y jóvenes: tremenda responsabilidad.

Y también pienso que ninguna insignia debe representar el fin de una formación. El que la obtenga no debe henchir el pecho como un pavo real y creer que es el non plus ultra. La formación nunca termina, sino que siempre habrá algo nuevo por aprender. El que lleve la IM debe ser, ante todo, humilde. Y ser humilde es reconocerse a sí mismo tal como uno es: con sus virtudes y sus defectos. Con esa humildad uno debe aceptar que todavía puede seguir el camino hacia la perfección.

En cuanto a mí: ¿buscaré la IM? Posiblemente. No ahora, porque ando un poco ocupada con mis hijos pequeños (hemos optado por no tener “nana”). En todo caso, creo que vale la pena revalorizar nuestra IM, para así continuar el círculo de hacer mejores dirigentes para nuestro país. Mientras tanto, los evaluadores de los candidatos a la IM deberían pensar en estas reflexiones…