(Después de tieeempo, finalmente un nuevo post!)
Hace poco fuimos de caminata con nuestra manada al cuartel de la bomba Miraflores 28 y mientras íbamos por la calle, me rondaba la canción “Bomberos Chicos buenos”, tema que escuché en el 92 mientras participaba en el Jamboree Los Lagos… Gracias a la gestión de mi amigo Alberto, cada mañana llegaba un mini camioncito trayéndole el agua necesaria para la actividad que él dirigía.
Siempre he admirado a los bomberos, no sólo por sus trajes, sino por su espíritu de servicio, y que en nuestro país se enriquece por su carácter de voluntario. Será que tal vez por eso hay muchos Scouts que también son bomberos…
En mi casa no hay bomberos, sino puros Scouts. Sin embargo recuerdo una anécdota que contaba mi mamá, de la vez que iban a una reunión con mi papá y de repente vieron que en plena carretera una señora pedía auxilio, pues su auto estaba en proceso de incendiarse (no sé si botando humo o llamas, mi mamá no se acuerda). Puedo imaginar la situación: mi papá – manteniendo la calma acostumbrada – estaciona el Mustang a un lado, baja, saca su extinguidor, apaga el asunto, se sacude el polvo, guarda el extinguidor, sube al auto y continúa el viaje rumbo a su compromiso, dejando a la señora pasmada, sin que hubiera podido darle las gracias. Un bombero enternado.
En cuanto a mí, he dado los primeros auxilios en heridas leves y varios desmayos. Pero dos son los casos que más recuerdo: Uno en la vieja carretera en San Bartolo, donde presencié a un tipo que voló en su moto (felizmente tenía el casco puesto)…. Obligué al microbusero a que se detuviera para poder bajar a auxiliar al hombre: llegué al mismo tiempo que otro testigo (daba la casualidad que era Scout!) y ambos nos ocupamos de apoyar hasta que vinieron los bomberos: la víctima, que estaba medio inconsciente, apenas los vio quiso irse rapidísimo (sería porque apestaba a alcohol????) . La otra anécdota ocurrió más lejos, en Alemania. Estando en Munich presencié la caída de una octogenaria en plena calle, bajándose del bus. (El chofer seguro era uno del “chosicano” con sede en Alemania, pues se largó nomás, a pesar de haber visto el accidente). Corrí a atender a la señora que estaba aturdida y ensangrentada. Con mi alemán masticado logré pedir en una tienda que llamaran una ambulancia y terminé acompañando a la señora hasta el hospital (confieso que me sentí “realizada” viajando en una ambulancia alemana a toda velocidad, recordando unas viejas historietas que comprábamos en casa, donde se hablaba de la vida del “Dr. Löw” que trabajaba precisamente en un hospital en Munich). Afortunadamente a la señora no se le rompió nada de importancia, y unos puntos de sutura cerraron el asunto. Daba la casualidad que tenía un sobrino médico que trabajaba en una clínica cercana, así que él vino a recogerla. Estaba super agradecido y no podía creer que hubiera sido una turista peruana la que atendió y acompañó a su tía hasta ahí… y que, para colmo, ¡no le pidiera recompensa! Señalando la flor de lis de mi casaca, le contesté: “Ich bin Pfadfinderin” (Soy Scout). Y lo entendió – aunque igual insistió muchas veces para que aceptara el billete que puso en mi mano… “para que compres un bonito souvenir”.
Tal vez no podría ser bombera porque no tengo la suficiente capacidad física. Pero comprendo perfectamente la locura de esos hombres y mujeres de rojo, que con tanto desinterés corren a ayudar, arriesgando sus vidas sin importar quién sea el herido.
Es realmente lamentable lo que ha sucedido ayer con los 3 bomberos de la Compañía Roma aquí en el Perú. Ellos (como todos sus compañeros) merecerían más que un homenaje. Creo que es tiempo de cambiar el chip del gobierno y de la sociedad. Acciones concretas: destinar una buena partida para mejorar sus equipos; exigir a los hospitales a recibirlos sin mayor demora cuando han sido heridos en servicio; gestionar un seguro especial para ellos cuando quedan inválidos o para atender a sus familiares en casos trágicos como éste; invertir en una fuerte campaña de educación a través de los medios de comunicación y en los colegios (y de paso en los hogares): enseñando a la gente a prevenir incendios y a saber qué hacer en caso de estar en medio de uno; enseñar que las llamadas por falsas emergencias son estúpidas (y que deberían ser penadas) y también enseñar a ceder el paso a los bomberos y ambulancias cuando suena la sirena.
En las noticias, en las redes sociales, he leído esta frase dedicada a los bomberos: “Gracias por tanto, perdón por tan poco”. Espero que la frase no quede ahí. Del agradecimiento y del pedir perdón, es tiempo de pasar a la acción.