Jamboree Los Lagos – Chile 92

Un día Alberto Giha me pasó la voz para ir a trabajar en el Jamboree Nacional de Chile. Yo recién había terminado la carrera, así que estaba feliz de poder irme de viaje. Ambos trabajaríamos en el Módulo de los Grandes Juegos.

Apenas invadimos el departamento del jefe (Pablo Martens), nos presentaron a otros miembros del equipo: Fernando Solari y Fernanda (de Argentina); Adriana Varela, Rose Elene Azevedo y otras tres brasileras; Renato Bustamante, Beatriz Scherz, Pato Petersen, Pancho López, Ximena Tocornal (todos de Chile)… más tarde conoceríamos a Nicolás Petersen, al Rulo, Marisel y Manuela, entre otros. También a Jô, do Brasil, quien me bautizó como “Tartaruga Ninja” (tortuga ninja), debido a la vincha que solía usar en ese evento.

La vagancia duró poco: desde el inicio nos dedicamos a fabricar nuestros disfraces: cortar tela, coser, pintarla, plancharla, etc. Beatriz era una maga con la máquina de coser: en unos minutos ya había hecho un traje de juglar para Pancho – y para complementarlo, Rose le prestó unas pantimedias negras… ya se imaginarán cómo lo fastidiábamos al Pancho, pero la verdad le quedaba muy lindo el traje: él sería el animador del evento. Los demás trabajaríamos dirigiendo diversos juegos.

Nos trasladamos al sur de Chile en un tren repleto de scouts. Y como era gratis, teníamos que apiñarnos como pudiéramos. Yo estaba super emocionada: nunca había viajado en tren! así que no me importaron los bultos y la apretadera.

En el lugar del campamento conocimos al resto del equipo y nos pusimos a trabajar: pintar 56 andamios, y luego llevarlos hasta el lugar que les correspondía, para poder armarlos…. pero oh sorpresa! llovió y llovió… y la pintura se corrió!!! Hubo que pintar otra vez y cruzar los dedos…. después los pudimos cargar (nosotros mismos, sin camión!) hasta el punto donde construiríamos el castillo-escenario, donde se juntarían los chicos cada mañana, y donde recibirían su puntaje al final de la tarde.  Armar las torres de andamios no era nada fácil: pesaban!!! Y eran torres de 4 y de 6 andamios… y nosotros sin experiencia en la tarea… y sin casco ni nada. De ahí había que coronar las puntas de las torres con banderitas. Como nadie se atrevía a trepar en esas torres enclenques, Rose (a quien bauticé como “Pantera”) y yo nos pusimos aguerridas y dijimos: “es tan fácil! no sean cobardes!”. Y trepamos, trepamos, trepamos… hasta que cuando estuvimos arriba se nos ocurrió mirar hacia abajo: la base del andamio en el que estábamos debía ser un RECTÁNGULO… y no un PARALELOGRAMO!!! O sea, estaba recontrachuecazo y se balanceaba con el aire, a pesar de los tensores que habíamos puesto!!! Ya se imaginarán que la bajada nuestra fue más rápida que la subida!!!

Respecto a los tensores… hubo que cambiar de material, porque no eran lo suficientemente fuertes como para sujetar las torres de andamios.

De ahí teníamos que cortar largas mangas plásticas de colores, para colocarlas como toldo del castillo: uniendo la torre central de 6 pisos, con las circundantes de 4 pisos. Luego de haber trabajado un montón para colgar un par de tiras… vino la lluvia y nos demostró el error en el diseño: se acumulaba el agua y no había desfogue! En cualquier momento se venía abajo la ducha!!! Pensamos en hacer huecos a las tiras plásticas,  pero igual no funcionó, porque desestabilizaban las ya inestables torres de andamios…. Cambiamos el diseño: en vez de toldos, se convertirían en paredes! Uniríamos dos torres con dos sogas horizontales paralelas, en las cuales colgaríamos una tira rectangular de manga…. Al día siguiente descubrimos con horror que el viento había hecho GIRAR varios grados una de las torres, aprovechando la tira plástica que había funcionado como VELA!!!

Al final decidimos cortar los plásticos en pequeños triángulos, para hacer un toldo de banderitas triangulares nada más. El peso ya no era tanto, ni se acumulaba el agua, ni nada. Por fin teníamos algo listo (no tan bonito, pero sí más seguro).

De ahí comenzó el evento: cada día venía un subcampo con cientos de chicos, con sus bordones, sus banderas, gritando, etc.  Pancho los recibía al ritmo de la música de moda (Locomía, Luis Miguel y otros) y ahí estaban hasta el inicio de los juegos. De ahí comenzaba todo: los chicos se dividían por bases e iban jugando por un tiempo determinado, hasta pasar a la otra base.

Mi juego era divertido, aunque medio salvaje: en un terreno amplio habíamos delimitado 6 cuadrados, dentro de los cuales había varios palitos de 20 cms.  Las patrullas debían robarse los palitos ajenos y proteger los propios, al mismo tiempo que debían proteger sus propias vidas (pañoletas colgando atrás).  Digo que era salvaje, porque no faltaban quienes se lanzaban los palitos de un extremo al otro (que estaba prohibido): inclusive yo terminé herida un par de veces. Felizmente tenía a los chicos de la cruz roja al lado.

Al final del día estábamos cansadísimos de haber repetido las instrucciones de los juegos tantas veces, y de haber controlado la ejecución de los mismos…. La comida en el “casino” del campamento no era lo mejor (nos sorprendió recibir carne el último día), pero felizmente había espíritu de equipo que nos hizo sobrellevar las dificultades.

Por cierto: para complementar nuestra alimentación (o mejor dicho, para darnos ciertos gustitos) felizmente las brasileiras preparaban una especie de fudge delicioso… y también Alberto se la pasó recolectando moras en su tiempo libre (cuál?) y preparando mermelada con las mismas. Creo que con esa mermelada sobornó a los bomberos: su juego requería de un par de cilindros llenos de agua, que se iban vaciando a medida que llegaban las patrullas. Así que en lugar de cargar muchos baldes cada mañana, antes de comenzar los juegos, se aparecía bien parado en el camioncito de bomberos, que le llenaban los cilindros en un santiamén!

En este evento me hice amiga de varios chicos que no eran de Grandes Juegos: entre ellos había un belga llamado Marc, un Milton de Chile, un chiquillo que era mensajero (Diego, creo que era sobrino de Gerardo González).  Pero el encuentro más importante y esperado, era con Ale De Souza, amigo argentino con quien nos carteábamos desde fines del 88 o comienzos del 89.  Finalmente nos pudimos dar un abrazo en este Jamboree, después del cual, supuestamente, Ale vendría al Perú para estar unos días en la casa y luego viajar al Cusco. Pero el plan cambió, pues él había optado por ahorrar ese dinero y casarse con su entonces novia, Carolina. Así que el poco tiempo libre que me quedaba, lo pasaba con Ale, conversando de todo un poco, enseñándonos mutuamente cantos y barras scouts. (De él aprendí  “El Tiburón”… que luego fue un éxito en el VAP, programa de la parroquia en el que trabajé muchos años).

Otra cosa importante fueron las noches de mate! No de matemáticas, sino de yerba mate! Dado que no teníamos mucho tiempo en el día, nos juntábamos varios amigos en la noche, para conversar, contar anécdotas, cantar un poco… vida de campamento pues! Pero como había de ser “clandestina” la cosa (los de seguridad venían a callar a todos), terminábamos metidos en mi carpa – que supuestamente era para tres personas. En una oportunidad éramos como ocho adentro, más la guitarra, más el termo de mate! No cabía un alfiler más.

En suma:  mi primer evento fuera del país fue una gran experiencia; el equipo en el que trabajé fue genial; hice nuevos compañeros, y conocí en persona a un viejo amigo. ¿Qué más se puede pedir?

2 thoughts on “Jamboree Los Lagos – Chile 92”

  1. Bea!!!!!!!! Qué linda sorpresa que me hayas contactado ! Sí, eras una costurera genial ! Estás perdiendo plata si no te has dedicado al diseño!!! Ya te escribo en privado.

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