Hace cuchumil años cuando era guía de la gloriosa patrulla Panteras, quisimos usar como local un pequeño cuartito de mi casa; tuvimos que desechar el plan, ya que el cuartito se encontraba en el sótano y además de oscuro era bastante húmedo. La única decoración que alcanzó a tener fue un dibujo que hice, donde aparecían varias chicas guías en un campamento, utilizando artefactos hechos por ellas mismas…. y en letras bien grandes se leía: “No compres lo que tú misma puedes hacer”. ¡Era una premonición de mi vida!
Las personas que me conocen suelen decir que soy bastante creativa… y no lo niego. Me imagino que algo tendrá que ver la genética (mi papá era genial creando sus ponencias, o escribiendo rimas…. y mi mamá es la versión femenina de Mac Gyver)…. pero también creo que ha sido muy importante la forma en que nos han criado: sin mayor dependencia del dinero. Les cuento que nunca recibí una propina regular, y tampoco me sentí mal por ello. Y es que, en verdad, no la necesitaba: en el colegio me bastaba con lo que llevaba en la lonchera, y en la casa tenía todo lo necesario; en cuanto a los amigos, nos divertíamos en grande yendo al parque, sin gastar un centavo. Claro que sí: cuando había un paseo, una esporádica salida, pedía dinero a mi papá. (Confieso que lo hacía con un poco de vergüenza, porque me imaginaba que le costaba un montón de trabajo ganar esa plata).
Eso de no tener billetes en el bolsillo, sumado a los talentos innatos, me sirvió para ingeniármelas creando cosas. No piensen que hacía muchas manualidades – ¡con las justas dibujaba bien! – pero sí trataba de usar al máximo los pocos recursos que iba encontrando por ahí: retazos de cartulinas, cajas, lanitas… Como ejemplo, les contaré que en lugar de suplicar a mis padres que me compraran la casa de la Barbie (que era el caro sueño de las niñas de los 80’s) , junto con mi hermano Papu transformamos un viejo estante de peluches en la residencia de las varias Barbies y Kens que me habían regalado.
Usando sus habilidades, Papu instaló las lámparas de las habitaciones, construyó un ascensor con una polea y un pedazo de tecnopor (de ésos que vienen con los televisores), instaló un elegante lavabo en el baño (usando otro pedazo de tecnopor y un timbre de bicicleta puesto como lavatorio), construyó los muebles usando más piezas de tecnopor (que eran protección de unas ampollas de líquido capilar, que nos regalaba la peluquera de mi mamá); también hicimos cojincitos con tela y relleno de algodón, recortamos figuras de catálogos para que así la Barbie tuviese bolsitas de sopa de sobre o un enorme televisor “Sony Trinitron” con su Betamax… ¡Ah! Y me olvidaba de mencionar que gran parte del vestuario de mis muñecas fue hecho en casa, ya que las ropitas no eran nada baratas….(además Papu me hizo una prenda única: el traje de Scouter de la Barbie con unas cintas de colores de la pañoleta de San Isidro 51!!!)
Ya ven que nos divertíamos un montón creando cosas nuevas, en lugar de comprarlas.
De esto ya han pasado… mmm… poco más de 30 años. De repente me convertí en mamá de tres niños. Y comencé a asistir a los cumpleaños de los amiguitos, donde huía de los enormes muñecos de Barney (que asustaban a los niños pequeñitos), buscaba un sitio apartado de los parlantes por los que brotaba el ruido espantoso de la música que chillaba a más decibeles de los permitidos, sorprendía a más de un papá babeando por el vestuario casi indecente de las animadoras, y era testigo de la locura frenética de los chicos que se lanzaban desde lo alto por los gigantescos juegos inflables – donde casi siempre había algún accidentado. Para los muchachos ya más creciditos se puso de moda el Paintball, juego del cual, una amiga- adulta – salió con un hueco en la rodilla; además, a pesar de ser un juego, va en contra de nuestro espírtu antibélico.
Hmm… En esos momentos volvía a mi cabeza el cartelito de mi local de patrulla…. el que decía: “No compres lo que tú misma puedes hacer”.
De arranque mi esposo y yo nos negamos a seguir la tendencia de las típicas fiestitas infantiles. El primer cumpleaños de cada uno de nuestros hijos fue algo chiquito, en casa, con familia cercana y un par de niñitos de su edad; nada de muñecos gigantes, ni animadoras, ni bulla. Pusimos alguna mesita con sillas como para su tamaño, hojas, crayolas… carritos para moverse un poco…. alguna vez un tobogán pequeño… Un par de juguetes para bebés. Punto. Más no era necesario, y los niñitos y las mamis / papis que vinieron lo disfrutaron mucho.
Un par de años más tarde salió la moda de los inflables (a los cuales mi hijo de 4 años les tenía pánico). Recordé las fotos de un cumpleaños de Papu, donde los niños disfrazados de indios jugaban bajo las indicaciones de mi papi y el tío Eduardo Mauro (que era Jefe de Tropa).
Click! Se prendió el foquito: ¿por qué seguir la tendencia actual, si los niños todavía se pueden divertir “a la antigua”?
Así tachamos de la lista los inflables y en su lugar hicimos cumpleaños de indios, pingüinos, agentes secretos, bichitos, científicos, astronautas… y ahora último la Batifiesta. Nuestros chicos han saltado como grillos, han pescado para su tribu, se han disfrazado y se han movido entre rayos láser, han experimentado llevar un cubito de hielo con sólo un pedazo de lana, han flotado por falta de gravedad, han lanzado el escudo del Capitán América…. ¡En fin! Se han divertido como locos. Y como sorpresitas siempre hemos querido darles algo útil, no un cachivache de ésos que se rompen al segundo uso. Una vez, por ejemplo, construyeron un circuito eléctrico para encender el foquito de un faro, otro día decoraron un colgador de puerta, y ahora último les mandamos a casa con un portalápices, un pincel, tres tarritos de pintura y una figura para pegarle encima.
En cuanto a las tortas, tengo la suerte increíble de contar con una suegra que hornea cosas deliciosas. Así que ella se encarga de la torta, y yo de la decoración o del diseño de la misma. Hemos tenido un iceberg con muchos pingüinos, un volcán que botaba fuego, una aldea india con muñequitos (hechos en casa), un planeta con hartos marcianitos y naves encima, una escena de la Ciudad Gótica con la Batiseñal y el auto del Guasón interceptando a un camión del banco – entre otros.
Casi me olvidaba: completábamos la ambientación del momento con alguna prenda de vestir que hiciera que los niños se sintieran en la historia: vincha con plumas de indio… guardapolvos blancos de científicos…lentes oscuros, pasamontañas negro y maletita plateada para los espías… una batimáscara de cartulina negra…. un casco y polo con insignia bordada para los astronautas…. (Ah! En el caso de estos últimos, por el clima frío, fue un cumpleaños dentro de casa; así que pegamos en todas las paredes unos enormes papeles pintados de gris con líneas negras simulando planchas con tornillos y ventanas que daban al espacio estrellado).
Una amiga comentó que en lugar de esforzarme tanto, sería más fácil encargar las cosas a una tienda en Miami (es que las piñaterías en Lima son bastante limitadas). Pero lo cierto es que podría conseguir globos, servilletas, platos y demás allá…. mas no las actividades, que son el centro de la fiesta.
Y es precisamente la experiencia de haber sido Scout, y en mi caso dirigente de Manada, lo que nos ha ayudado mucho en las fiestitas. Es más: hemos ido aprendiendo de los cumpleaños pasados, para no repetir los pocos errores que cometimos en ellos. A veces uno se mata pensando en qué hacer para entretener a los chicos…. y de repente basta con hacer algo sencillo, pero muy motivador. Como ejemplo, les diré que en la Batifiesta realizada hace algunas semanas, estuvimos lanzando los Batijets (aviones de papel pintado de negro). Para sorpresa nuestra, muchos de los invitados ¡nunca habían tirado un avioncito! Así que nos tomamos el trabajo de enseñar a quienes lo necesitaban…. y había que ver las caritas de contento de los chicos cuando por fin lograban hacerlo solos. Lo mismo ocurrió cuando tenían que lanzar un frisbee, empujar una figura que colgaba de una soga, o enrollar con un palito un hilo de lana para hacer subir a la araña (la mascota del Hombre Araña).
A diferencia de otros cumpleaños donde también hay juegos de competencia, ni siquiera tenemos que dar premios…. porque los niños quieren jugar. Y ése es su premio: el jugar y divertirse.
Todos los chicos que han venido a las fiestas de nuestros hijos suelen irse muy contentos… y a lo largo de los años, hemos sabido que cuando se aproximaba el cumpleaños, ya estaban preguntando: ¿de qué va a ser tu fiesta esta vez?
Mi hijo mayor cumplió 12 años, ya no pasa la voz a toda la clase, ni le hacemos fiestas temáticas… pero sí ha invitado algunos amigos a hacer algo que a él le gusta mucho: acampar. Mientras tanto, todavía tenemos otros dos hijos que aguardan con ilusión muchas fiestas a nuestro estilo. Es harto trabajo, sí, pero como dice el comercial: ver sus caras contentas, ¡no tiene precio! De hecho, uno de los pequeños que vino hace unos días a la Batifiesta le dijo a su mamá: “Este es el mejor cumpleaños al que he ido, porque me he divertido mucho!”
Así como B-P aumentó un artículo a la Ley Scout (11º Art: El Scout no es tonto), yo aumentaría el 12º: El Scout es creativo. Una vez más: nos corresponde a los dirigentes hacer todo lo necesario para despertar y fomentar esa creatividad en los chicos, y no apagarla con lo que ya está establecido y que “no se puede cambiar” (porque, aceptémoslo, muchas veces ni intentamos cambiar las cosas, sólo por comodidad nuestra).
¡Vamos! ¡Es tiempo de dar un primer paso en pos de lograr Scouts más creativos, capaces de ingeniárselas de mil maneras para dejar este mundo mejor!